Relatos Travestis Valencia: Ivete Montello - Follando como un cerdo con Ivete.
Autor: moshi
Relato Travesti Follando como un cerdo con Ivete Montello.
Qué razón tenía Georges Bataille cuando decía que cuanto mayor es la belleza, más profunda es la mancha. La foto que más me pone de Ivete Montello es esa en la que está toda embadurnada de ketchup y mostaza, muerde la salchicha que tiene en la mano derecha y,mientras, se sujeta su suculento rabo con la izquierda. Desde que la vi, deseé ensuciarme con ella. El contraste con la foto de al lado en la que va de colegiala con piruleta es sumamente eficaz. Despierta la oscura bestia perversa que hay dentro de mí.
Cuando hablo con ella por teléfono procuro sintetizar esas dos imágenes en una locución verbal: "Eres una niña guarra". Ella se ríe y me dice, sin muchos rodeos, qué quiero hacer en nuestro primer encuentro. Me quedo un poco cortado. Se vuelve a reír y me sugiere que le envíe un privado. Lo hago y en él me explayo con un posible programa de marranadas diversas. Por teléfono es un sol y demuestra una gran profesionalidad. Sobretodo a la hora de sintonizar con los fantasmas del cliente. El deslumbramiento se va a producir cuando la vea en directo.
Ivete Montello recibe en un confortable piso del Ensanche donde me hizo suyo por primera vez Camila Rodriguez(¡!) y tuve un anodino encuentro con Lina Lemos. La rosa que preside la cabecera de la cama sigue siendo la misma. Ivete me recibe con un escupitajo en la cara y me ordena que me desnude. Cosa que hago sin rechistar, depositando mi ropa en un coqueto galán de noche. Al lado del espejo en el que se refleja la cama.
Mientras ella se ha sentado en el water del cuarto de baño, muy abierta de piernas y se toquetea la picha. El baño está iluminado y la habitación en sombra. Cual abejorro nocturno hipnotizado por la llama de una vela, acudo hacia allí, aún a riesgo de chamuscarme. Dios mío, es preciosa: tiene una cara de niña traviesa, con una naricilla respingona y ojos vivaces y cochinos.
Me recuerda a un pequeño mito erótico del cine francés de los ochenta, Valérie Kaprisky, que se pasaba la mayor parte del tiempo de sus películas en bolas y que a mí me ponía a mil. "Límpiame el culo, cerdo", dice inclinándose sobre el lavabo y abriéndose bien el ojete de su culete respingón. Sumerjo en él mi lengua todo lo que puedo: para mi sorpresa, lo tiene impregnado de chocolate (luego me entero que es Milka de Suchard, con leche) y sus puras esencias culares son una auténtica golosina.
Con los labios y la cara sucios de chocolate, a horcajadas en el bidet, Ivete me acerca su polla a la boca. Es negra y hace un contaste muy atractivo con su dorada piel. Gorda y cabezona, tiene un capullo descubierto, de esos que te vuelven loco cuando los rechupetas y a ello me dedico con fruición. Ivete me agarra de los pelos por la nuca y me empuja la cabeza para que la note hasta la campanilla.Tengo arcadas, pero me da lo mismo.
Pienso: "Si ahora me da gusto tener la boca llena de rabo, qué será cuando me dé por culo" Por un momento, deja que se balacee ante mí, como si el capullo hiciera contrapeso con sus huevos. Una cálida meada limpia los restos de chocolate de las comisuras de mis labios ,me restalla en el pecho y cae al suelo donde mis pies resbalan cuando me incorporo. Le quito la parte de arriba del bikini de cuero, de la que aún no se había desprendido , tras batallar un poco con el lazo que lo anuda a su espalda.
La acaricio: da vértigo el cálido tacto de esa piel de adolescente. Emergen unos pechos, llenos y redondos. Le mordisqueo los pezones y ella hace lo mismo con los míos. Una nueva rastra de escupitajos surge de su boca; la saliva cuelga de sus labios carnosos. Lo tomo com una invitación y empezamos a morreranos salvajamente. Me susurra al oído: "¿Quieres que te dé por culo, putita?" Ya tardaba en proponérmelo.
Culo en pompa y cabeza gacha al borde de la cama, Ivete se calza el condón y, tras un somero salivazo en mi ojete, me la endiña. "¿Quieres que te folle suave o fuerte?" le digo que primero suave y luego fuerte, pero esta niña cuando se empalma es como un tren sin frenos. o un caballo desbocado. Me propina unos metesacas violentos que me hacen gimotear como una puta melindrosa. Estoy en la gloria. Me toco el culo con la mano y compruebo que me la ha metido hasta los huevos. Echo un vistazo al espejo: estoy ensartado como una aceituna. En el breve descanso que sigue, le cuento a Ivete algunas de las cerdadas que he practicado ,tiempo ha, con una chica bio.
La historia produce sus efectos porque su sublime carajo ha levantado el morro y lo tiene pegado al ombligo como una durísima barra de hierro. Se quita el condón y me vuelve a follar la boca. Los escupitajos no dejan de llover sobre mi rostro, como una bendición obscena. Me pongo de lado y esta vez me dejo joder estilo cuchara. Apoyo la cabeza en mi mano izquierdo, como haría un romano de la decadencia tumbado en el triclinio.
En esta posición puedo ver la indecible cara de gusto de Ivete dándome por culo con energía. Se sienta en mi rostro, le rechupeteo el ojete (que aún sabe a chocolate) mientras ella se pajea porque dice que me quiere dar leche. Un chorró blanco, tan cálido como su meada, me impregna el rostro. Me hace una violentísima paja mientras me muerde salvajemente los pezones y mi leche sale a borbotones.
Las fotos no le hacen justicia. Al natural es mucho más bella. Le auguro un gran futuro a esta nena que, en la conversación que siguió al trajín sexual, demostró ser una joven cultivada, amante del cine de Bergman(¡!) y que sabe distinguir, perfectamente, entre las fantasías realizables y los fantasmas imposibles que, por el hecho mismo de serlo, nos ponen a mil por hora. Aprovechad bien las dos o tres semanas que va a estar en Valencia y dejaros follar por este bombonazo .
¡Un beso muy fuerte Ivete, que pronto me volverás a ensartar!
Ah, el título del post es un consciente pareado en asonante. Uno, a veces, es algo poeta
Relato Travesti Follando como un cerdo con Ivete Montello.
Qué razón tenía Georges Bataille cuando decía que cuanto mayor es la belleza, más profunda es la mancha. La foto que más me pone de Ivete Montello es esa en la que está toda embadurnada de ketchup y mostaza, muerde la salchicha que tiene en la mano derecha y,mientras, se sujeta su suculento rabo con la izquierda. Desde que la vi, deseé ensuciarme con ella. El contraste con la foto de al lado en la que va de colegiala con piruleta es sumamente eficaz. Despierta la oscura bestia perversa que hay dentro de mí.
Cuando hablo con ella por teléfono procuro sintetizar esas dos imágenes en una locución verbal: "Eres una niña guarra". Ella se ríe y me dice, sin muchos rodeos, qué quiero hacer en nuestro primer encuentro. Me quedo un poco cortado. Se vuelve a reír y me sugiere que le envíe un privado. Lo hago y en él me explayo con un posible programa de marranadas diversas. Por teléfono es un sol y demuestra una gran profesionalidad. Sobretodo a la hora de sintonizar con los fantasmas del cliente. El deslumbramiento se va a producir cuando la vea en directo.
Ivete Montello recibe en un confortable piso del Ensanche donde me hizo suyo por primera vez Camila Rodriguez(¡!) y tuve un anodino encuentro con Lina Lemos. La rosa que preside la cabecera de la cama sigue siendo la misma. Ivete me recibe con un escupitajo en la cara y me ordena que me desnude. Cosa que hago sin rechistar, depositando mi ropa en un coqueto galán de noche. Al lado del espejo en el que se refleja la cama.
Mientras ella se ha sentado en el water del cuarto de baño, muy abierta de piernas y se toquetea la picha. El baño está iluminado y la habitación en sombra. Cual abejorro nocturno hipnotizado por la llama de una vela, acudo hacia allí, aún a riesgo de chamuscarme. Dios mío, es preciosa: tiene una cara de niña traviesa, con una naricilla respingona y ojos vivaces y cochinos.
Me recuerda a un pequeño mito erótico del cine francés de los ochenta, Valérie Kaprisky, que se pasaba la mayor parte del tiempo de sus películas en bolas y que a mí me ponía a mil. "Límpiame el culo, cerdo", dice inclinándose sobre el lavabo y abriéndose bien el ojete de su culete respingón. Sumerjo en él mi lengua todo lo que puedo: para mi sorpresa, lo tiene impregnado de chocolate (luego me entero que es Milka de Suchard, con leche) y sus puras esencias culares son una auténtica golosina.
Con los labios y la cara sucios de chocolate, a horcajadas en el bidet, Ivete me acerca su polla a la boca. Es negra y hace un contaste muy atractivo con su dorada piel. Gorda y cabezona, tiene un capullo descubierto, de esos que te vuelven loco cuando los rechupetas y a ello me dedico con fruición. Ivete me agarra de los pelos por la nuca y me empuja la cabeza para que la note hasta la campanilla.Tengo arcadas, pero me da lo mismo.
Pienso: "Si ahora me da gusto tener la boca llena de rabo, qué será cuando me dé por culo" Por un momento, deja que se balacee ante mí, como si el capullo hiciera contrapeso con sus huevos. Una cálida meada limpia los restos de chocolate de las comisuras de mis labios ,me restalla en el pecho y cae al suelo donde mis pies resbalan cuando me incorporo. Le quito la parte de arriba del bikini de cuero, de la que aún no se había desprendido , tras batallar un poco con el lazo que lo anuda a su espalda.
La acaricio: da vértigo el cálido tacto de esa piel de adolescente. Emergen unos pechos, llenos y redondos. Le mordisqueo los pezones y ella hace lo mismo con los míos. Una nueva rastra de escupitajos surge de su boca; la saliva cuelga de sus labios carnosos. Lo tomo com una invitación y empezamos a morreranos salvajamente. Me susurra al oído: "¿Quieres que te dé por culo, putita?" Ya tardaba en proponérmelo.
Culo en pompa y cabeza gacha al borde de la cama, Ivete se calza el condón y, tras un somero salivazo en mi ojete, me la endiña. "¿Quieres que te folle suave o fuerte?" le digo que primero suave y luego fuerte, pero esta niña cuando se empalma es como un tren sin frenos. o un caballo desbocado. Me propina unos metesacas violentos que me hacen gimotear como una puta melindrosa. Estoy en la gloria. Me toco el culo con la mano y compruebo que me la ha metido hasta los huevos. Echo un vistazo al espejo: estoy ensartado como una aceituna. En el breve descanso que sigue, le cuento a Ivete algunas de las cerdadas que he practicado ,tiempo ha, con una chica bio.
La historia produce sus efectos porque su sublime carajo ha levantado el morro y lo tiene pegado al ombligo como una durísima barra de hierro. Se quita el condón y me vuelve a follar la boca. Los escupitajos no dejan de llover sobre mi rostro, como una bendición obscena. Me pongo de lado y esta vez me dejo joder estilo cuchara. Apoyo la cabeza en mi mano izquierdo, como haría un romano de la decadencia tumbado en el triclinio.
En esta posición puedo ver la indecible cara de gusto de Ivete dándome por culo con energía. Se sienta en mi rostro, le rechupeteo el ojete (que aún sabe a chocolate) mientras ella se pajea porque dice que me quiere dar leche. Un chorró blanco, tan cálido como su meada, me impregna el rostro. Me hace una violentísima paja mientras me muerde salvajemente los pezones y mi leche sale a borbotones.
Las fotos no le hacen justicia. Al natural es mucho más bella. Le auguro un gran futuro a esta nena que, en la conversación que siguió al trajín sexual, demostró ser una joven cultivada, amante del cine de Bergman(¡!) y que sabe distinguir, perfectamente, entre las fantasías realizables y los fantasmas imposibles que, por el hecho mismo de serlo, nos ponen a mil por hora. Aprovechad bien las dos o tres semanas que va a estar en Valencia y dejaros follar por este bombonazo .
¡Un beso muy fuerte Ivete, que pronto me volverás a ensartar!
Ah, el título del post es un consciente pareado en asonante. Uno, a veces, es algo poeta
Added on January 08, 2018 at 12:00 am